MUJERES RURALES: GESTORAS DE LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS Y PORTADORAS DE CULTURA Y TRADICIÓN

Por: Julio Nishikawa, Gerente de Desarrollo e Inclusión Económica de la Mujer, Seguridad Alimentaria y Nutrición en CARE Perú

Situación de las mujeres rurales en la agricultura

Hoy en día las desigualdades de género exacerbadas por la crisis sanitaria por COVID-19 son preocupantes, en tanto son varias las brechas estructurales que afectan la justicia económica y social de las mujeres. A pesar de que en América Latina las mujeres producen el 80% de los alimentos de la región, tan solo el 30% de ellas es propietaria de la tierra.

Los esfuerzos por implementar programas públicos de titulación de las tierras agrícolas y tratar de equiparar estas desigualdades son cada vez más complejos por la expansión urbana y por los fenómenos de sucesión hereditaria de la propiedad agrícola. Esto lleva a la reducción de los espacios agrícolas en todo el mundo limitando aún más el derecho de las mujeres a la propiedad. 

En la actualidad, sólo 4 de cada 10 mujeres participan en la economía formal con cierta autonomía. En gran medida se debe a que invierten la mayor parte de su tiempo en las responsabilidades del trabajo doméstico y de cuidados (ONU Mujeres 2020) y tan solo el 5% tiene acceso a los programas de asistencia técnica.

Durante la pandemia, se ha evidenciado que el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado de las mujeres se ha incrementado de manera significativa, las mujeres en nuestro país dedican alrededor de 24 horas semanales más que los hombres, así mismo se han visto muy afectadas por el incremento de la violencia doméstica y los efectos económicos adversos de la pandemia.

Las mujeres del mundo rural, por lo general presentan muchas limitaciones de orden social y económico para acceder a los recursos productivos y a los servicios vinculados al agro, a las tecnologías mejoradas, a los recursos financieros, capital semilla y mercados, poniéndolas en un plano de mayor vulnerabilidad.

El potencial cultural de las mujeres rurales agrarias

A pesar de las limitaciones descritas, ellas son portadoras de una cultura agrícola milenaria y protagonistas de la transmisión intergeneracional del conocimiento que requiere hoy la agricultura familiar, para ser más resiliente al cambio climático y proveer alimentos saludables que procedan de prácticas agroecológicas sostenibles y contribuyan de manera efectiva en la erradicación del hambre y la reducción de la pobreza.

Por lo general, el conocimiento que suelen transmitir resulta fundamental para afrontar con éxito las situaciones climáticas adversas que afectan a la agricultura y la ganadería, como las heladas, granizadas, sequías, inundaciones o riesgos de mercado.

La promoción y desarrollo de la agricultura familiar con pertinencia cultural, es sin duda uno de las estrategias clave y mecanismos eficaces para garantizar la seguridad alimentaria y los medios de vida, ya que las mujeres juegan un papel fundamental en la aplicación de tecnologías mejoradas, basadas en la preservación de la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos naturales.

¿Qué pasaría si acortamos las brechas de género en la agricultura?

Según la FAO, las mujeres podrían incrementar la productividad agrícola hasta en un 30% si tuvieran las mismas oportunidades de acceso a los recursos productivos que los hombres, lo que permitiría alimentar a 150 millones de personas más y contribuir significativamente en la reducción del hambre en el mundo.

Las mujeres podrían tener una participación mucho más activa, especialmente en las cadenas de valor que reportan mayor rentabilidad y alcanzar su máximo potencial productivo dentro de los sistemas agroalimentarios, accediendo a mercados de mayor valor y oportunidades de empleo digno.

Por otro lado, se incrementarían los niveles de autonomía económica de las mujeres y, por ende, se mejorarían las condiciones sociales y económicas familiares, por cuanto existen eviencias de que aproximadamente el 90% de los ingresos generados por mujeres rurales, son principalmente invertidos en alimentación, salud y educación, dimensiones que inciden directamente en el acceso igualitario a los derechos fundamentales y la calidad de vida de las familias.  

Para lograr cambios duraderos y escalables, los análisis periódicos sobre las inequidades de género son fundamentales, por cuanto permiten un mejor seguimiento para el acortamiento de brechas, y la definición de las mejores estrategias para responder de manera eficaz a las inequidades de género presentes en el mundo rural.

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